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lunes, 2 de abril de 2018

Lo que ves, sientes y te cuentan en La Habana (I)


A modo de introducción


Un día de febrero de 2018, recibí un correo de un jubilado español que tras un viaje a Cuba en diciembre de 2017, escribió sus impresiones y quería que yo les echara un vistazo. Le dije que me enviara el texto. Una vez 'ojeado' le propuse publicarlo en seis posts. De las más de mil fotos que hizo en la Isla, me envió dieciocho de las que tiró en La Habana y de las cuales escogí seis. Después le pedí que me enviara un perfil suyo y que a continuación pueden leer.


Me llamo Francisco Javier Suárez Rodríguez y nací en Madrid en 1954. Desde hace 36 años vivo con María Jesús y tenemos dos hijos, Javi y Guille. Siempre me han interesado la política, la historia, el cine (me hice amante del cine por dos películas, America America de Elia Kazan e Il Cappoto de Alberto Lattuada) y la música (rock, blues, jazz, cantautores) y cualquier otra que me pueda emocionar, desde Grândola, Vila Morena , del portugués José 'Zeca' Afonso (1929-1987) hasta María Teresa Vera cantando Sobre una tumba una rumba, del venezolano José Rosario Soto (1920-2006). Me habría gustado vivir en San Francisco en los años 70. De joven viajé mucho, pero en la actualidad soy muy selectivo con los viajes. Los lugares que visito me llenan si les encuentro el alma y la conexión emocional. Mi primera conexión emocional fue con Madrid y últimamente las he encontrado en Almería, Estambul, Lisboa, Oporto, Amsterdam, Varsovia, Bilbao y Cuba. Sin embargo, no la he sentido en otros bellos lugares como Túnez, Cracovia, Brujas o San Sebastián. Soy socio de Greenpeace y de Amnistía Internacional. Hay una canción con la que me identifico: El cromosoma de Javier Krahe. Mantengo una cruzada personal contra los anglicismos, aunque se me escape alguno de vez en cuando.

* * * * *

"Quítese los espejuelos y mire a la cámara". Siempre que llego a un nuevo lugar, hay una frase, una imagen, un olor, un pequeño detalle que te dice has llegado. Los espejuelos (gafas) me hacen entender que estoy en otro sitio distinto al mío. Es el momento en que el cuerpo y la mente se vuelven a unir después de un largo viaje en avión.

Me llama la atención lo jóvenes que son tanto los policías como el personal del aeropuerto de La Habana. El taxista, que nos esperaba con el correspondiente cartel, nos acompañó hasta la salida y nos indicó la oficina de cambio de moneda, la CADECA (Casas de Cambio). La señora que estaba detrás de mí, dirigiéndose al policía dijo: "No pasa nada por esperar en la cola". Él contestó: "Pues esto no es nada comparado con lo que es habitual"

En eso vino el taxi, un Chevrolet de los 50, acabado de restaurar por completo. El chofer nos cobró 30 cuc (pesos cubanos convertibles).

Al llegar de noche tengo la sensación de no haber llegado del todo, falta la luz del día. Me dedico a observar con más interés de lo habitual. Lo que más me llama la atención es el poco tráfico en la autopista, los coches en general muy viejos, muchos de ellos americanos de antes de la revolución. Casas bajas con buen aspecto, gente en puestos y locales callejeros, árboles y verdor por todas partes. Las vallas, sin publicidad comercial, con mensajes revolucionarios.

Hay poca iluminación en las calles, pero al pasar por la Plaza de la Revolución, los rostros a relieve del Che y Camilo Cienfuegos están iluminados. La calle de la casa particular que alquilamos tiene poca luz, como todas, y pocos coches. Al fondo se ve el Capitolio Nacional.

La señora nos abre la puerta y subimos, es un segundo piso, pero al tener los techos tan altos realmente es un tercero. Recomendada por nuestros amigos Ester y Jimy, la casa parece acogedora. Las sensaciones nocturnas las tengo que completar con la luz del día. Los lugares se tienen que ver y sentir de día y de noche, si no parecen incompletos.

Por la mañana, al recorrer la casa, es como volver a los años 50, los muebles, los suelos (pisos dicen aquí), el patio tipo corrala (cuartería), los electrodomésticos, la decoración, era como el regreso a la infancia. Te asomas al balcón y ves una vista impresionante de la parte trasera del Capitolio. Es de día, el ciclo se ha completado. "Va a llover, si quieren les dejo una sombrilla", nos dijo la señora. Y efectivamente llovió.

Veo una foto, es de 2012/2013. Según nos han contado, el Ayuntamiento de Barcelona pagó el arreglo de la calle. Actualmente, diciembre de 2017, la calle se parece poco a la de la foto. Aunque la fachada de nuestra casa está bien cuidada, en el resto de la calle resalta más el abandono. Enfrente, imitando al modernismo catalán, hay un supuesto parquecito que no vive sus mejores momentos.

María Jesús y yo nos refugiamos de la lluvia en el hotel Inglaterra. En el televisor del bar están retransmitiendo el Madrid-Sevilla. Pregunto el resultado a un tipo y comenzamos a charlar, debía tener unos 65 años. "Mira, soy viudo y vengo a Cuba a lo que vengo. Aquí hay mucha facilidad para encontrar mujeres, eso sí, nunca voy con menores de 18 años. Te lo digo ahora que tu mujer no está cerca. Una vez, un taxista me dijo que tenía una hija de 17 años y nunca aceptaría que se prostituyese, pero que si traía dinero a casa no preguntaría". Me ilustró su experiencia señalando cuántos de los que estaban en las mesas próximas hacían lo mismo que él.

Dos días después, vi como salía del ascensor del hotel Inglaterra con una mulata de unos 18 años y la acompañó fuera. Cuando volvió, hice lo posible para que no me reconociera. Sentí auténtica vergüenza por la humillación y estado de necesidad que llevaba a una muchacha de esa edad a prostituirse. Se decía que antes de 1959, Cuba era el prostíbulo de los americanos. Han pasado 59 años de revolución y esa actividad se mantiene, esto se sabe y, sobre todo, se consiente.

Hablando de este asunto con una señora cubana, me sorprendió su respuesta: "Ella no tiene que hacer eso por dinero, puede trabajar en otra cosa". Le dije: "Depende de cómo midamos la necesidad. Para tener mejor ropa, comer en un buen restaurante, un buen perfume, más dinero para vivir mejor?

Llegado a este punto nos hemos puesto de acuerdo, pero me he dado cuenta por su respuesta y el tono, que como decían en El Buscón ’esas cosas, aunque sean verdad no se han de decir’. Al final de la conversación ha salido el punto racista: "No entiendo cómo los españoles se van con algunas narizonas que parecen se acaban de bajar de las matas. Aunque hay mulatas lindas y con buena figura".

Cuando los inspectores van a las viviendas que tienen licencia para alquilar a turistas, dan instrucciones sobre la visita de cubanas. Les dicen que no hay problema, mientras apunten el nombre. Si un extranjero lleva una cubana a la casa, la chica ruega a la dueña que no la denuncie a la policía. A la tercera denuncia, la expulsan durante un tiempo de la ciudad, pues muchas proceden de las provincias orientales.

El Parque Central es una zona con edificios de una gran belleza, donde destacaría el Gran Teatro Nacional (antiguo Centro Gallego) y los hoteles Inglaterra, Manzana Kempinski (donde se cayó Jimy) y Plaza. El conjunto arquitectónico lo completan coches clásicos de los 50 (almendrones le dicen los habaneros) esperando a los turistas.

En esta parte de La Habana ves un tipo de arquitectura que habla de un pasado de prosperidad. El Paseo del Prado tiene un bulevar central que te permite ver cómo los dos lados compiten entre sí en belleza, también se ve el deterioro de muchos inmuebles. Me pregunto qué tipos de gentes las habitaron en el pasado.

El Museo de la Revolución está formado por una serie de fotografías y objetos donde hablan de los logros y su épica. Es bastante cutre e incómodo de ver y leer lo expuesto en las vitrinas. Una vez terminada la visita y frente a los WC (baños), está el mejor resumen de lo que ha sido la revolución. Han pintado un mural con las caricaturas de Batista, Reagan, Bush padre y Bush hijo bajo el lema: EL RINCÓN DE LOS CRETINOS. A Batista le dicen ‘’Gracias cretino por ayudarnos a hacer la revolución’’ a Reagan ‘’Gracias cretino por ayudarnos a fortalecer la revolución’’ a Bush padre ‘’Gracias cretino por ayudarnos a consolidar la revolución’’ y finalmente a Bush hijo ‘’Gracias cretino por ayudarnos a hacer irrevocable el socialismo’’. Me parece que es una gran muestra de debilidad ese mural: necesitan un enemigo para justificar la revolución. Parece ideado o diseñado por la CIA o por exiliados de Miami infiltrados.

Muy cerca del Museo está el bello Edificio Bacardí. ¿Los de Batman han copiado su estética tanto interior como exterior? Han rehabilitado la antigua Manzana de Gómez y levantado el hotel Manzana Kempinski. En los bajos y galerías interiores hay tiendas de lujo, con precios más altos que en España.

En el inicio de la calle Obispo, se encuentra El Floridita. El daiquirí que preparan, aunque no justifique el precio, está muy bueno. Apoyada en la barra, una estatua a tamaño natural, de Hemingway con su daiquirí, gafas y un libro. La decoración habla del esplendor perdido (empiezo a observar que por doquier se explota ese esplendor). Los músicos añaden colorido y ambiente.

Texto y foto: Francisco Javier Suárez Rodríguez

2 comentarios:

  1. Buenas tardes Tania,
    Me da tristeza leer estas cosas, esa Habana no es la misma de mi infancia y adolescencia. Hace un tiempo escuché a una señora en la peluquería diciendo que iba a ir a Cuba, parece que ella ya había ido en otra ocasión y el comentario que hizo fue algo así como que mucha gente va a ver "el parque temático" en que se ha convertido Cuba: coches de hace más de medio siglo, casas medio derruidas, calles rotas, y ropa colgada en los balcones.
    Saludos.

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  2. Gracias, Lola, son 6 posts en total, en los otros cinco podrás constatar que hace rato La Habana dejó de ser la ciudad de nuestra infancia y adolescencia. Y en estas crónicas no se cuentan cosas demasiado deprimentes, como en otras de visitantes que relatan el bajo mundo habanero. Saludos, Tania

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