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lunes, 26 de marzo de 2018

El final de otro colegio expropiado a la iglesia


El pasado mes de diciembre, se inició la demolición total del antiguo colegio La Domiciliaria, ubicado en la Calzada de 10 de Octubre esquina a Coco, en la barriada habanera de Santos Suárez. A mediados de los años 60 fue intervenido por el Gobierno Revolucionario que presidía Fidel Castro.

El patrimonio arquitectónico que está desapareciendo a golpes de mandarria, fue fundado en 1876 para la instrucción gratis de unas 30 alumnas, y remodelado en 1886 para admitir un número mayor de matrículas, incluidas las pensionadas. El desplome de la estructura colonial del colegio comenzó en 1961 con la expulsión del país de 136 religiosos y prosiguió con la intervención de las escuelas católicas en todo el país.

Carmen Miguez García lleva 73 años unida a La Domiciliaria. Su casa, a unos 100 metros de la edificación le permitió pasar allí sus estudios primarios, vivir el proceso de ocupación, y su destrucción total. “Es difícil para mí ver destruido el colegio. Cuando recuerdo todo lo que teníamos, lo hermoso que era todo, los dormitorios, el área de las aulas, la lavandería... Después hasta la cocina la cambiaron de lugar, abrieron ventanas, todo cambió. Te podría decir que estoy asombrada, pero no, a toda esta zona le ha sucedido lo mismo. Esto era un asentamiento de gallegos que tenían panaderías, farmacias, bodegas, había negocios en todas las esquinas. Ahora está en ruinas”.

Según documentos que recogen la historia de las Hijas de la Caridad en Cuba, además de las asignaturas de la enseñanza primaria y del catecismo, se impartían clases inglés, mecanografía, taquigrafía e instrucción cívica.

Cuando La Domiciliaria fue intervenida, se convirtió en escuela primaria y secundaria bajo el nombre de Carlos Manuel de Céspedes. En la primera etapa de su deterioro en manos del Estado se ordenó su restauración, que lejos de resolver los problemas estructurales del edificio, los aumentó, reduciéndose la institución a una escuela primaria rebautizada con el nombre República de México.

Víctor Ríos, vecino de la zona, recuerda la presencia de Fidel Castro en la reinauguración. “Fue en el año 2000, la repararon y vino Fidel. La escuela no quedó como tenía que quedar, pero bueno, había que inaugurarla. Construcción acelerada, como yo le llamo: vamos hacer esto en un mes, aunque después se caiga”.

No habían pasado muchos años cuando comenzaron a debilitarse totalmente las estructuras de vigas de madera, que se iniciaron en los muros exteriores. Los entrevistados cuentan que la directora, Sara Rodríguez, que durante más de 30 años estuvo al frente de la escuela, fue la única que batalló con las autoridades para exigir el mantenimiento del inmueble. Aunque nadie la escuchaba, hasta que murió estuvo reclamando. Vecinos de la zona asocian el declive final de la escuela con el fallecimiento de su abnegada directora.

Leonel Pérez Fonseca, residente en una vivienda que limita con el edificio, es testigo de las expoliaciones y la corrupción que acabó con otro trozo del patrimonio de la ciudad, como hicieron en el Hospital Pediátrico Pedro Borrás, en el municipio Plaza. Según cuenta, “hace unos tres cursos desalojaron la escuela y en septiembre de 2017, una brigada del Ministerio de la Construcción comenzó a repararla, pero los camiones del MICONS lo que hicieron fue llevarse la madera. Eso quedó abandonado, apareció una brigada para sacar los escombros, al final no había dinero para pagarles y se fueron”.

Leonel afirma que los custodios enviados para evitar el saqueo, declararon que se marchaban porque no había dinero para pagarles. Así fue como, antes de su demolición total, la edificación quedó corroída por los llamados 'picapiedras', personas que recuperan ladrillos, vigas, cabillas y las venden para una nueva construcción.

Un vecino, que no quiso ser identificado, dice que el MICONS dejó poco material a los 'picapiedras'. “La madera se la llevaron los mismos que estaban trabajando ahí. Sacaron todas las vigas de madera y debilitaron las paredes. Luego llegaron personas y se llevaron los ladrillos y las vigas que quedaban y eso se convirtió en una bomba de tiempo, que explotó cuando se cayó la pared que tumbó el huracán Irma”.

De la pérdida del patrimonio arquitectónico es culpable la revolución, que como legado ha dejado la indiferencia. Cada día tenemos menos que heredar.

Augusto César San Martín y Rudy Cabrera
Cubanet, 21 de diciembre de 2017.
Leer también: Colegios atendidos por Hermanas de la Caridad; Colegios fantasmas y La educación católica en Cuba.

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