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jueves, 3 de agosto de 2017

Yalil Guerra: "Ser cubano no se compra en la tienda"


En 1990, en Polonia, un cubano de solo 16 años representó a la Isla en un Concurso Internacional de Guitarra Clásica. En su primer certamen internacional el joven músico obtuvo el Segundo Lauro y Premio Especial del evento. Fue la prueba inicial de su talento.

Un par de años después, ya en España, el joven continuó sus estudios en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde terminó una maestría en Guitarra Clásica. En una carrera que se ha movido también por los Estados Unidos, el concertista ha compartido escena con Celia Cruz y Eddie Santiago.

Veinte años después, y a pesar de acumular seis nominaciones a los premios Grammy y un galardón en 2012, Yalil Guerra Soto es, a ratos, un completo desconocido en el país donde nació.

Eres un músico cubano residente en Los Ángeles. ¿Qué retos incluye abrirse paso en un mercado internacional como el norteamericano?

-En esta ciudad he vivido en los últimos 14 años y he podido crecer en muchos aspectos, como ser humano y músico. He tenido la oportunidad de estudiar y ejercer mi profesión de artista y compositor. Eso ya es un logro.

-En Los Ángeles conocí a uno de los compositores más grandes del Siglo XX, orgullo de Cuba y del mundo, el maestro Aurelio de la Vega, profesor Emeritus de la Universidad de Northbridge, California. El virtuoso lleva más de medio siglo en el exilio y por eso sobre él se conoce muy poco en la Isla, en especial por las nuevas generaciones. He tenido el privilegio de ser su único discípulo cubano y con el cual he venido trabajando el arte de la composición por más de ocho años.

-Abrirse paso en un mercado internacional es muy complicado. En especial cuando vives fuera de tu país y no cuentas con la infraestructura necesaria para desarrollar una carrera. Esto no es algo que corresponda a lo musical, es más bien relacionado con lo empresarial, donde las relaciones públicas, prensa, mercadeo y distribución entran en juego. Por muchos años desarrollé paralelamente a la carrera artística estos aspectos de negocio, creciendo en ambos mundos a la vez. Tuve que desterrar de mi subconsciente el estigma de que “es negativo el comercio”.

-Actualmente las oportunidades son de 360 grados. Las encuentras en todas direcciones, solo tienes que estar expuesto a ellas y hacer tu parte personal: crear, superarte a ti mismo y al despertar dar gracias por lo que tienes y decirte 'sí se puede'.

En 2010, Yalil decidió tomar distancia de lo que llama “el desacuerdo ideológico entre los gobiernos” y en una misma producción unió a la orquesta Ensamble Solistas de la Habana y su director, Iván Valiente, junto a músicos de Los Ángeles. Lo hizo, dice, motivado por la certeza de que “el pueblo debe disfrutar de la creación de sus hijos nativos, aunque vivan fuera del país. No esperé la autorización de nadie para llevar mi obra a Cuba. Lo hice con el mismo afán de compartir este pedacito de mí con mi mundo. Nadie debe tener el derecho de bloquear el progreso de las artes, pertenecen al desarrollo de la humanidad y son lo que nos aleja del primitivismo social al cual nos enfrentamos a diario”.


Te has movido entre la música culta y la popular. Pero ha sido la música clásica la que te puso al alcance un premio Grammy…

-Tienes toda la razón. Es curioso: llevo más de 24 años produciendo música popular, grabando discos, componiendo, arreglando canciones… Y cuando decido hacer música de concierto, es entonces que viene el reconocimiento de la industria. El haber estado tantos años en la línea popular ha facilitado mi expresión y crecimiento en otras áreas, donde la obra de concierto no llega. En lo personal trato de no discriminar: siempre existirá la buena música culta y la buena música popular, y también sus opuestos.

En una entrevista anterior dijiste “soy más cubano fuera de lo que fui dentro de Cuba”. A pesar de haber vivido tantos años fuera de la Isla, ¿cómo reencuentras tu cubanía?

-La búsqueda de tus raíces se acentúa cuando careces del día a día nacional: el entorno, las calles , amigos… hasta el aire. Es algo que le sucede a la gran mayoría de los emigrados.


-Pero el sentimiento de "ser cubano" no se compra en la tienda, no está en oferta, no se simula. Es una necesidad imperiosa de poner en alto tu identidad en un mundo muy plural y en donde reconoces que cada grupo social vive orgullos de su legado e idiosincrasia. Nosotros no somos la diferencia. Somos un pueblo nacionalista. Aunque agradezca a dos grandes naciones que me acogieron, primero España y luego Estados Unidos, yo me siento cubano hasta la médula. Vivo, y viviré como tal”.

Claudia Padrón Cueto
OnCuba Magazine, 25 de mayo de 2016.

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