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lunes, 20 de marzo de 2017

Ivanka Trump, la niña sin infancia




"Papá es mi héroe". Lo dice sin el menor asomo de duda Ivanka Trump, al filo de los 16 años, la hija de Donald Trump, princesa neoyorquina y top model -ha debutado en Nueva York con una colección de Ralph Lauren- en ciernes. El piloto de su avión privado espera bajo la lluvia la llegada de Ivanka. Y es que, cuando no está el padre, es la hija la que manda.

El Boeing 727 rueda hacia la pista de despegue e, instantes después, la calima neoyorquina se transforma en un cielo azul resplandeciente. Las vacaciones en la mitad de marzo, el 'spring break' de las escuelas americanas, le permiten a Ivanka ir a dorarse al sol de Florida, en su mansión de Mar A Lago, la inmensa propiedad de la familia.

"Suelo llevar a mis amigas dos veces al mes, cuando papá tiene sitio en el avión, porque también él invita a menudo a sus amigos, a Elizabeth Taylor o a Michael Jackson. Solemos repartirnos las 40 habitaciones entre nuestros respectivos amigos. Aunque yo siempre conservo la mía, porque tiene un televisor enorme".

A bordo, un mozo pasa una gran bandeja repleta de salmón ahumado, sandwiches, canapés, frutas y quesos. "¡No es nada fácil conservar la línea con todos estos manjares, aunque yo intento hacer mucho deporte para mantenerme en forma! Y por encima de todo, los estudios".

Cuando Donald Trump llega a casa y sorprende a su hija en la playa, Ivanka salta de alegría, se le echa al cuello y se sienta al lado de su padre para almorzar. "¿La prensa? Ya me he acostumbrado a que me fotografíen, después de los años pasados al lado de mis padres. Lo que no me gusta es que me sorprendan los paparazzi en situaciones íntimas y privadas". Ivanka escucha con suma atención a su padre hablar del concurso de Miss Universo que acaba de comprar. Pero a la jovencita no le interesa tanto el montante de la transacción como los contratos televisivos que su padre está negociando con las grandes americanas. "Quiero ser abogada", afirma de pronto.

Al principio, la casa tenía 102 habitaciones. Después, algunas de ellas se ampliaron y construyeron un enorme gimnasio. "Mamá tiene una casa a tres minutos de aquí. Es muy fácil hacerle una visita". Ivanka ha aprendido desde muy pronto las buenas maneras y ha sido mantenida al margen del público y de la prensa lo máximo posible por su madre Ivana, hoy casada con un empresario italiano. Sus relaciones con su madrastra Marla, son buenas, pero con quien realmente se entiende en profundidad es con su padre. "Mi padre es el más grande y el mejor. Es un padre formidable. Muy simpático y muy diferente de la idea que se hace de él la gente. También es un padre muy protector. El día que traiga un novio a casa, seguramente nos estará esperando detrás de la puerta con una escopeta de caza".

Castillo con golf, tenis, piscina, playa privada y teatro; escaleras y escalinatas, terrazas, cuadros, tapices, sofás de todos los tipos, lámparas de todos los estilos y colores, adornos y armaduras; recepcionistas, cocineros, chóferes, porteros, jardineros, masajista, vigilante de la playa y mayordomo; hectáreas de césped, palmeras, fuentes y obeliscos. Todo esto y mucho más es Mar A Lago. Construida en 1927 en estilo morisco tiene forma de cruasán con una cúpula sobre dos pisos unidos por una escalera de 25 metros.

Copia exacta de la Academia de Venecia, el recibidor tiene el techo dorado y sus siete tapices de seda del siglo XVI proceden de un palacio italiano. 36 mil azulejos españoles, algunos del siglo XV, decoran la entrada, las arcadas y las habitaciones. Los mármoles provienen de Cuba y la madera de puertas, vigas y techos es de ciprés de Florida. "Se necesita un poco de tiempo para acostumbrarse al fasto de la mansión, pero después, te encanta y ya no puedes prescindir de ella. Es como si estuvieses en un castillo del siglo pasado. Muy romántico, rodeada sólo de cosas bellas: silencio, paz y todo lo que más me gusta".

Ivanka y sus amigas se cambian rápidamente de ropa y se van, sonrientes y alegres, por el pasillo que une el parque a la playa. "A mi edad, la moda no es algo muy importante. Lo que más me interesa es la moda informal y cómoda. Por supuesto que como a todo el mundo, me encanta Gucci, pero prefiero la ropa de Dolce y Gabbana. Ser modelo no me ayuda a elegir, porque hay tantos modistos. En cualquier caso, lo prioritario son mis estudios. Suelo estudiar con música de Mozart de fondo. Desde que lo hago consigo mejores notas. Para estudiar no me ayudan ni Bob Marley ni Björk, pero me encanta escucharles".

"Mi signo del zodiaco es Escorpión (nació el 30 de octubre de 1981). Un signo que se entiende bien con los Géminis, como papá. Mi principal cualidad es la lealtad. Soy muy fiel con mis amigos y espero que ellos lo sean también conmigo. Mis comidas favoritas: tomates y mozzarella, patatas fritas, cream cheese, sopa de cebolla. No me importa estar sexy, pero sí bonita, no sólo físicamente, sino también internamente, a través de mis actos y mis relaciones con la gente.".

"Tengo un permiso de conducir parcial, es decir, que siempre que saco el coche tengo que ir acompañada de un adulto. Algún día me gustaría conducir un Porsche. La mujer a la que más admiro es Audrey Hepburn. ¡Qué clase y belleza la suya! Una vida impecable, una carrera formidable y, además, se ha volcado en organizaciones como Unicef". Ivanka y Donald van a jugar al tenis. Marla, su madrastra, su hija, sus amigas y dos guardaespaldas les sirven de público. "¿Que cuándo me lo paso mejor? Cuando le gano a papá al tenis en Mar A Lago.".

Papá Trump, más millonario, obstinado, arriesgado, prepotente, megalómano, divorciado y rico en escándalos que su querida hijita Ivanka, se ha convertido en el fantasma del mago de los negocios que fue. Al más puro estilo de la serie Dinastía, la vida de Trump está aderezada de rascacielos, casinos, un divorcio millonario, ruinas, rubias de bote, misses y actrices de clase B.

Donald John Trump (Nueva York, 14 de junio 1946), hijo de un empresario inmobiliario, casi al mismo tiempo a balbucear el tradicional 'papá' con 'dinero llama dinero'. El jovencito Donald, atento acompañante de papá en el trabajo, vio como su familia se hacía de oro comprando, vendiendo y revalorizando Nueva York entero. A los 28 años, heredaba el imperio. Se lanzaba a la caza y compra, construcción y bautismo -todos con el nombre Trump- de los edificios más emblemáticos de la Gran Manzana y los casinos más lujosos de Atlantic City. Torre Trump, yate Trump Princess, puente aéreo Trump; hasta un monopoly particular, Trump: the game.

El magnate de la propiedad inmobiliaria nunca se ha cansado de inflar con ceros sus cuentas de resultados, mientras la revista Forbes se encargaba de disminuirlo en sus listas de los más ricos de Norteamérica. Para dejar constancia de su sabiduría publicaba su biografía, Trump o el arte de vender y dos años más tarde, tenía que usar ese arte para venderlo todo, para hacer frente a sus acreedores. Era el anuncio de su descenso al infierno de las deudas. En una desesperada carrera contrarreloj por la bancarrota, vendió, empeñó, incumplió pagos, subastó y, para colmo, su divorcio de Ivana Trump -por culpa de su amante Marla Marples- le costó una millonada, un apartamento en Connecticut y una nómina vitalicia de casi 90 millones a favor de Ivana. En el 92, Forbes ponía al día su fortuna y la revisaba a la baja. Los números no mienten. Era la ruina.

En 1994, Trump tomaba aire y volvía a los titulares. Junto a unos socios japoneses, anunciaba que el Empire State pasaba a ser de su propiedad. En octubre de 1997 declaraba que había logrado remontar una cuantiosa deuda. Y este mes, Donald Trump, 51 años, acaba de lanzar en Estados Unidos un nuevo libro, Trump o el arte del regreso. "Nunca puedes tirar la toalla". Es su nueva consigna.

Enric Pastor
La Revista de El Mundo, 23 de noviembre de 1997.
Video: Ivanka Trump modelando en 1997.


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