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jueves, 18 de agosto de 2016

Desmochadores de palmas


El protagonista del video vive en Jobabo, municipio de Las Tunas, a unos 670 kilómetros al este de La Habana. Los desmochadores mencionados en el texto a continuación, residen bastante lejos, en Mayabeque, provincia situada a 54 kilómetros al sur de la capital.

Ernesto González, 57 años, es profesor de gimnástica y master en Ciencias del Deporte. En 1992, en los años duros del período especial, tuvo que aprender un nuevo oficio para sobrevivir.

“Me juego la vida todos los días, pero gracias a las palmas y a lo que hago, he podido alimentar a mi familia durante más de 20 años. Comencé a subir palmas en el 92, cuando la cosa se puso fea. Un amigo desmochador me dio una pequeña clase y diez minutos más tarde, estaba subiendo mi primera palma. Al principio tenía mucho miedo, de niño le tenía fobia a las alturas, pero mi medicina fue la necesidad. Mi salario como master en Ciencias del Deporte no me alcanza, por eso los fines de semana sigo subiendo palmas”.

En Cuba, la cría doméstica de cerdos juega un papel singular en la economía y la alimentación de los cubanos. Estos animales son criados tanto en la ciudad como en el campo, en patios o dentro de apartamentos, en los tejados e incluso en los baños de las casas. La dieta para alimentarlos mayormente es el ‘sancocho’ (restos de comida). El pienso para cerdos es fuertemente controlado por el gobierno, que impone sanciones a los que trafiquen con él.

Otra alternativa para alimentar a los cerdos la brinda la palma real. El palmiche, fruto de este árbol, es colectado por los ‘desmochadores’. Ellos suben a la cima de las palmas solamente sujetados con dos sogas llamadas ‘trepaderas’. Las sogas son caseras y cada desmochador debe confeccionar los dos arneses o estribos.

El palmiche se vende en sacos y cada saco cuesta 30 pesos. Con una sola palma se pueden llenar hasta tres sacos.

Lorenzo Acosta Márquez también es desmochador. Le dicen Livianito, por su agilidad a la hora de subir palmas. Reside en el municipio Quivicán, en la actual provincia de Mayabeque, y todavía, a sus 75 años de edad, se gana la vida desmochando palmas.

“Mi abuelo era desmochador y me enseñó a subir palmas a la edad de 14 años. Desde entonces, me he dedicado a este oficio. En un mes de trabajo, desmochando gano veinte veces más que si trabajara para el Estado, que paga una miseria. Me he caído tres veces y tengo más de diez fracturas de huesos en mi cuerpo. Lo que hago es peligroso,pero de algo hay que vivir”.

Héctor Díaz cría cerdos en el patio de su casa, en Quivicán. Algunos los vende y otros los mata para la alimentación familiar. Héctor nos explicó la importancia de los desmochadores de palmas.

“Gracias a los desmochadores, todavía se pueden criar puercos. La comida para estos animales cada vez es más difícil de conseguir. Conozco personas que han sido multadas y encarceladas por comprar un saco de pienso. Y el 'sancocho' se pierde pues por necesidad, la gente están criando cerdos en corrales".

Los desmochadores pactan el pago de su trabajo con los dueños de fincas que tienen palmas. La mayoría cobra su trabajo con la mitad del palmiche que obtienen y otros cobran directamente en dinero por cada palma que suben. Algunos prefieren entrar de manera ilegal a tierras que propiedad del Estado, como las vaquerías y subir a las palmas por las noches, con los riesgos que eso conlleva.

Orlando González
Cubanet, 24 de marzo de 2016.

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