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lunes, 9 de mayo de 2016

Matanzas, el París cubano



Matanzas y París, dos ciudades separadas por el Atlántico, distantes una de otra por cientos de millas, sin embargo tienen algo más en común que sus bellezas naturales.

Matanzas acogió y abrigó en su seno, desde épocas pasadas, a hijos de la tierra de Víctor Hugo. Aquí dejaron los parisinos su impronta haciendo posible que no solo nos una el hecho de contar con nombres en común: París, Louvre, Concordia o Versalles. Entonces ¿quién pone en duda la huella francesa en nuestra matanceridad?

Desde el siglo XVI existe constancia de la presencia francesa en la ciudad de Matanzas. Muestra de ello se evidencia en las construcciones, no solo por el estilo neoclásico de algunas de ellas, sino además porque fueron diseñadas y/o construidas por arquitectos franceses. Hoy esas obras son mudo testigo de ese lazo que une a ambos pueblos. Una relación que se ha mantenido por más de cinco siglos.

A Matanzas se le conoce por unos setenta sobrenombres, pero ninguno de ellos hace referencia o establece una similitud con la capital francesa. Es por ello que el presente trabajo pretende navegar a través de la historia para demostrar que a pesar del inmenso Atlántico que nos separa, París y Matanzas son ciudades con muchos aspectos en común, siendo imposible hablar de la ciudad sin tener en cuenta la huella francesa en nuestra identidad. Por eso me atrevo a decir que un sobrenombre que nos haría justicia sería Matanzas, el París cubano.

Se tiene constancia que desde 1537, marinos franceses rompieron el dique del aislamiento internacional de Cuba, estableciendo las primeras conexiones entre extranjeros y colonos de la isla. Alonso Suárez de Toledo durante más de cinco lustros estuvo abasteciendo de maíz, carne, casabe, cuero, sebo y miel a los corsarios franceses.

El 15 de diciembre de 1576, el barco francés El Príncipe, ancló en la bahía de Matanzas. Una parte de su tripulación navegó por el río San Juan hasta las propiedades de Suárez de Toledo para abastecerse de productos. Esto originó tal escándalo que llegó a oídos del rey Carlos I, lo cual provocó que el monarca español decidiera suprimir el amparo y acogimiento brindado en Matanzas a enemigos de su imperio.

Ya en el siglo XVIII, Matanzas es una ciudad moderna, abierta al mundo y que muestra un incipiente crecimiento poblacional. Con el fin de mensurar tierras acuden a nuestra urbe los agrimensores Luis de Lamar y Govín y el francés Miguel du Brocq y Lesspes.

A finales de ese siglo, exactamente el 14 de julio de 1789, ocurre un hecho que marcaría el destino de los pueblos del mundo, nadie como Víctor Hugo ilustraría mejor su influjo: "Con la inspiración de sus pensadores y poetas se han formado desde 1789 todos los héroes de todos los pueblos". Para la posteridad, el poeta avala la trascendental importancia de la Revolución Francesa, que marca un hito en la historia universal.

Su influencia llega a Cuba y se aprecia en los símbolos patrios, dos de ellos, el escudo y la bandera, creados por el matancero Miguel Teurbe Tolón. En su diseño y colores (azul, blanco y rojo), la bandera de la estrella solitaria no solo plasma las ideas de libertad sino también las de igualdad y fraternidad que inspiraron a la Revolución Francesa.

Brian Pablo González Lleonart, estudiante de periodismo
Periódico Girón, Matanzas, febrero de 2016.
Foto: Parque de la Libertad, en el centro de la ciudad de Matanzas. Tomada del periódico Girón.

Primero de una serie de cuatro reportajes: el segundo; el tercero y el cuarto.


1 comentario:

  1. La he visitado mucho, de mis ciudades favoritas, estuve casada con un matancero, Pepe Antonio.

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