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miércoles, 1 de octubre de 2014

Recordando a Maggie Prior (II y final)



Maggie, al igual que muchos cubanos entonces, leía lo mismo a Calvert Casey que a Cortázar, Carpentier o Franz Fanon, en aquella Habana en que lo normal era intentar cultivarse y estar al día en el conocimiento. Esto le permitiría trascender los límites de la réplica del cancionero jazzístico norteamericano y asumirlo con un sentido creativo y renovado. Era común que ciertas salas de teatro acogieran también recitales y conciertos.

Nancy Morejón recuerda uno muy especial, en la desaparecida sala Arlequín, donde Maggie, en esta línea, mezcló canciones, poemas y textos dramáticos. Declamó un poema de Morejón, Putain cou coupe, consiguiendo un clímax de tal magnitud que motivó los gritos elogiosos y los aplausos de Virgilio Piñera, admirador declarado de Maggie, quien formaba parte del público. Las canciones ese día abordaban un amplio espectro, desde el blues a la canción internacional pasando por el feeling, desde la Fitzgerald y la Vaughan, hasta Edith Piaf y Judy Garland.

Según Nancy Morejón, en ese momento Maggie era una especie de chansonnier femenina, lo que marcaba la diferencia respecto a los cantantes masculinos de jazz, como Leonel Bravet, Reinaldo Henríquez, Ezequiel Cárdenas -llamado el Nat King Cole cubano-, que hacían mayoritariamente éxitos del cancionero americano.

Maggie Prior, como casi todos, vivía a plenitud aquel esperanzador presente que se gestaba en los años 60. Eran años de fervor patriótico y revolucionario, de profundos cambios en las estructuras sociales; habíamos alimentado la certeza de que estábamos construyendo el futuro mejor que deseábamos. Y dicen que Maggie apostó sinceramente por estos cambios y por ese futuro promisorio.

Corrían tiempos de reafirmación racial y de validación de lo afrocubano en nuestra cultura, también de expresión de apoyo a las aspiraciones que en otros países movilizaban a amplios sectores de la juventud y la intelectualidad. Eran los años de lucha en todo el mundo contra la guerra en Vietnam. Nos hacíamos eco de las batallas de los afroamericanos contra la segregación racial, por los derechos civiles. Algunos de estos luchadores, comenzaron a hacerse presentes en La Habana.

Uno de los primeros, Robert Williams, además de contribuir a la toma de conciencia sobre las luchas por las reivindicaciones raciales en USA, también ayudó en la organización de aquel primer festival de jazz en mayo del 63, inaugurándolo él mismo con una alocución que invitaba a la reflexión sobre la verdadera naturaleza del jazz, su universalidad y vinculación intrínseca con las luchas de los negros norteamericanos. El discurso de Williams encajaba oportunamente en la línea que pretendía detener los ataques que ya sufría el jazz, sus cultores y la música anglosajona, que comenzaban a ser etiquetados como nocivos a la idílica pureza propuesta como ideal de alcance inmediato.

Durante la primera mitad de los 60, Maggie, relacionada como estaba con muchos intelectuales cubanos, conoce al escritor argentino Julio Cortázar, quien por aquellos años descubriría una Habana seductora, que reconocería su ideario en los proyectos de cambios sociales que se producían en la isla y que lo convertiría en un apasionado defensor y recurrente visitante. Su entorno inmediato sería el más próximo a Casa de las Américas, al ser invitado en 1963 y 1967 como jurado del Premio Casa y tras largas sesiones diarias de lecturas, El Gato Tuerto le abriría cada día sus brazos y sus puertas, como un paliativo dulce para inaugurar la noche.

El jazz sería uno de esos vasos comunicantes que propiciaron entre Maggie Prior y Julio Cortázar una especial empatía, que devendría fuerte y significativa relación. Glosando una anécdota de aquellos encuentros, que demuestra el papel de la música en este vínculo, cuenta Leonardo Acosta: “En el consultorio y clínica del doctor Caíñas había un local con piano en el que además, ensayaron agrupaciones como el Tres más Uno y la Orquesta Los Van Van de Juan Formell. Ahí la cantante Maggie Prior y yo organizamos una descarga para el escritor argentino Julio Cortázar, gran fanático del jazz y trompetista aficionado, quien unos años más tarde y en otra visita pudo conocer y escuchar a nuestros dos trompetistas del momento: Arturo Sandoval y Jorge Varona".

Algunos aseguran que Cortázar hizo mucho para que Maggie lo siguiera a París, pero no fue suficiente para reventar todos los cerrojos que abrirían a la cantante las puertas hacia Europa. Otros lo desmienten y afirman que Maggie, a pesar de la situación de decadencia existencial por la que ya empezaba a transitar, nunca quiso aceptar la invitación de Cortázar a seguirlo a París, incapaz de soportar como emigrada la tierra prometida, de renunciar a lo que le era raigal, y decidió permanecer en La Habana, contra todos los vientos y todas las mareas que la azotaron.

Proyectaba seguridad y firmeza, pero al parecer, no tuvo fuerza suficiente para enfrentar los escollos que sobrevendrían a raíz de su vínculo con el escritor argentino, en una época donde una relación íntima entre algunos cubanos y ciertos foráneos, era no sólo mal vista, sino también arriesgada por los problemas sucesivos que entrañaba.

A partir de la segunda mitad de los 60, cobra auge el movimiento de la Canción Protesta en muchos países, y Cuba no fue la excepción. Tres trovadores muy jóvenes están haciendo en Cuba una canción diferente, portentosa, y ya iniciado 1967 otros músicos e intérpretes comienzan a seguirles. En su edición de febrero de ese año, la revista Cuba publicaba el artículo Música joven, firmado por Félix Guerra, Víctor Casaus, Antonio Conte y Pedraza Ginori, en el que llamaban la atención sobre lo que venía ocurriendo, principalmente, con un grupo de trovadores y otros músicos que ya lo seguían:

“La temática de sus canciones no desprecia, por supuesto, el amor, pero se amplía hacia nuevas facetas del asunto, hacia nuevos asuntos, irrumpiendo en lo cotidiano de las cosas. Es un grupo y un movimiento en desarrollo que se engrosa constantemente con nuevas creaciones y nuevos valores. Al grupo inicial de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, se suma ahora un nuevo trovador: Eduardo Ramos; un guitarrista y musicólogo: Sergio Vitier, y varias intérpretes: Omara Portuondo, Maggie Prior y Marina Pérez. Es un movimiento que por otro lado se enlaza y comienza a confundirse con el de los jóvenes poetas, mientras entre los trovadores algunos comienzan a escribir el poema, entre los poetas algunos esgrimen la guitarra y ponen música a sus letras".

En efecto, desde los primeros meses de 1967 en Casa de las Américas se suceden una serie de conciertos que unieron a un grupo de músicos, unos ya adentrados en el gusto popular, otros menos conocidos, o de incipiente, aunque prometedor desempeño, pero interesados todos en ese tipo de canción de contenido social, que ya venían haciendo y que cantaba contra la guerra en Vietnam y en favor de las luchas sociales y las libertades en todo el mundo. Allí estuvieron los que comenzaban ya a ser íconos del aún inexistente Movimiento de la Nueva Trova -Silvio, Pablo, Noel-, junto a Eduardo Ramos, Martín Rojas, Belinda Romeu, Los Dimos, Olga Flora, Ramón Díaz y otros. Maggie también participó en todos los conciertos.

En una entrevista reciente, Omara Portuondo contó que fue Maggie Prior quien la invitó a participar en estos conciertos. Aceptó hacer la segunda parte del que compartiría con Maggie y fue allí donde cantó La era está pariendo un corazón, de Silvio Rodríguez. En esos encuentros -me revela Marta Valdés- estrenó Hagamos la canción, tema de su autoría e inspirado en una impactante foto de los sucesos bélicos en Vietnam. Marta recuerda lo singular de la entrega de Maggie, en un arreglo que exigía de la guitarra acompañante una función percusiva de raro protagonismo. Zenaida González la acompañó en alguna interpretación de este tema, que estrenara junto al guitarrista y compositor Sergio Vitier. Al decir de Marta, Maggie Prior se destacó por hacer con su música y su voz, en esa época, lo que nadie hacía.

El bajista, compositor y productor Eduardo Ramos, uno de los fundadores del movimiento de la Nueva Trova y del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC -participante en estos conciertos- recuerda que Maggie cantó un tema de Noel Nicola y también estrenó la canción Creare due, tre, multi Vietnam, del compositor italiano Luigi Nono, entonces simpatizante de la Revolución y visita frecuente en la Isla. Eduardo ponderó las cualidades interpretativas de Maggie en éste y otros temas que llevó a esos memorables conciertos.

Ramón Díaz recuerda también la versión que la Prior hizo en aquellos encuentros del tema Terezin de Silvio Rodríguez. A la memoria de Nancy Morejón vienen los versos de aquella canción de Noel Nicola -sin nombre en su memoria- que Maggie interpretaba en Casa de las Américas, y cuya letra mencionaba a los intelectuales afrocaribeños Aimeé Cesaire y Franz Fanon. Al decir de Nancy Morejón, “en esta época Maggie se inserta ya de un modo legítimo en el ámbito de la llamada canción protesta".

En agosto, la Casa organizaba, como culminación de esas jornadas, el Encuentro de la Canción Protesta, invitando a músicos y cantantes de varios países, pero por Cuba sólo participó Carlos Puebla, a juzgar por las grabaciones del álbum doble producido por EGREM y Casa de las Américas como fijación sonora de lo acontecido en el evento. La canción protesta, esa música joven, comenzó a decantarse hacia lo esencialmente trovadoresco: la poesía, la voz, un artista y su guitarra. Así nos llegó y nos abrazó esa música, como forma de expresión por excelencia. Pero Maggie era, para entonces, sólo una cantante que actuaba, o una actriz que cantaba.

En 1968, otro evento importante, el Salón de Mayo trajo aires de vanguardia europea y con ellos, a los máximos representantes de las más importantes corrientes artísticas y estéticas. En contraste, es también el año de la llamada Ofensiva Revolucionaria, que, entre otras medidas, provocó la intervención de los pequeños negocios, y en particular, el cierre -temporal en unos casos, definitivo, en otros- de los cabarets, night clubs y clubes de jazz.

Aunque pronto el error se hizo ostensible y hubo que abrir algunos de los principales centros nocturnos, los más pequeños no corrieron la misma suerte, dejando sin trabajo a un gran número de músicos y cantantes, que torpemente, entre el asombro y la angustia, comenzaron a enrumbar sus vidas y sus sueños por los más diversos caminos.

A mediados de 1972, la abogada negra norteamericana Angela Davis devenía figura icónica y durante poco más de un año, la lucha por su liberación se convertía en una causa mundial y también de los cubanos. Maggie es una de las múltiples voces femeninas cubanas que interpreta Por Angela, dedicado por Tania Castellanos a la Davis. Según los recuerdos de Ramón Díaz, fueron la cineasta Sara Gómez, la actriz Olga Flora Fábregas, la cantante Maggie Prior, de las primeras en Cuba en llevar el pelo afro “a lo Angela Davis”, como muestra de una asunción de identidad y compromiso.

Cada una, desde su espacio de creación, validó esta experiencia, expresó sus ideas y demostró sus convicciones. Fueron parte de esa explosión creativa que caracterizó la segunda mitad de la década de los 70 y como tal, Maggie presenciaba y también participaba en acontecimientos sociales y culturales que estremecían la vida intelectual cubana.

Pero su gesto o no se entendía o no se consideraba en toda su dimensión. No todo estaba ganado, ni mucho menos, en el terreno de las reivindicaciones sociales en Cuba, y muchos prejuicios provocaban que funcionarios venales hicieran del poder un instrumento personal de selección y descarte.

Los 60 fueron también los años de la ya mencionada, conocida y reconocida estigmatización del jazz y sus cultores, a partir de una serie de acciones que todavía, casi al final de la década siguiente, dejaba este género a merced de las polémicas y prohibiciones que lo mezclaban con las posiciones políticas de quienes dirigían determinados espacios y decidían qué y cómo debía ser la cultura de mi país.

Son los años en que Maggie Prior, como muchos otros, tuvo que soportar las devastadoras consecuencias de las evaluaciones de 1968 en el sector musical, cuyos veredictos se dejaron permear en numerosos casos, de criterios extramusicales, venales y sumamente excluyentes. Maggie fue una víctima de aquel proceso.

Descubro que aquí arreciaron, acaso, los primeros conflictos y el inicio de un angustioso camino para la cantante: a las evaluaciones, a la disminución de los espacios donde tocar y cantar, a la reticencia “administrativa” en los medios frente al jazz por seguir considerándolo, increíblemente, “la música del enemigo”, se sumaba el hecho de que los mismos instrumentistas dejaban poco espacio a los cantantes del género “porque los músicos de jazz se proyectaban únicamente hacia lo instrumental, al jazz sin voz”.

Ya no eran tiempos de cantantes, sino de músicos obsesionados por demostrar un grado de información y virtuosismo que los hiciera competitivos, principalmente porque la evolución de este género había modificado la relación misma del músico con su instrumento, afianzando su vínculo indisoluble y liberador. Este enfoque comenzó a prevalecer y se extendió en lo adelante.

Por si esto fuera poco, la Prior debió enfrentar además, la venalidad de los dirigentes de turno, cuando se le prohibe entrar en el edificio de la Radio y la Televisión, justo por llevar el pelo afro, y con la condición sine qua non de que “si quieres regresar tendrás que hacerlo cuando te hayas peinado correctamente”, encarando Maggie airadamente al censor, con las consecuencias que cabía suponer entonces. Tomo prestada una frase de Ramón Díaz: “Eran años de aceptar diversas preferencias, al tiempo que de persecución de todo lo que se saliera un poco de la norma, y Maggie se salía".

Maggie Prior era una mujer negra paradigmática en muchos sentidos, era rupturista, avanzada, contestataria, libre, con una sensibilidad a flor de piel, y para colmo, era -y quería que se supiese- profundamente cubana en su cosmopolitismo. Para las que éramos muy jóvenes entonces, Maggie representaba un vanguardismo que entonces no podíamos definir muy bien: sólo sabíamos que ella era icónica, llamativa, diferente. Era los años que inauguraban una nueva década, finalizando los 60. Años demasiado convulsos para ser olvidados.

Por esos años finales de los 60, Maggie inicia una relación sentimental con el actor Rolen Hernández, quien la acercó aún más al teatro, estimuló su presencia en la escena musical e intentó dar respaldo a su en ocasiones insegura actuación ante los escollos que cada vez más atravesaban su camino. Se le ve en el elenco de un grupo de teatro de aficionados del que salieron importantes actores, como Daisy Granados, Francisco García y Susana Alonso. Tomó clases con José Milián y Pepe Santos.

Esta experiencia le valió para vincularse después, por corto tiempo, al grupo teatral La Ronda. En los años de la llamada “parametración”, está cerca de su amigo Vicente Revuelta y del “Grupo de los 12”: de ellos también nutrió su interés por el teatro, al tiempo que ayudó mucho espiritual y materialmente a directores, dramaturgos y actrices que fueron víctimas de este absurdo y devastador proceso.

Junto a su talento interpretativo, se habían pronunciado rasgos de su personalidad que obstaculizaban el crecimiento de su carrera. Según cuentan, muchas veces era desbordada y explosiva; otras, depresiva e inconstante. No siempre encaraba con sagacidad los numerosos obstáculos que encontraba, comenzaba a abandonarle la paciencia y afloraban en ella sentimientos de frustración y desesperanza, lo que le restaba fuerza a sus exigencias y razones y desembocaban en crisis de angustia y depresión.

Maggie debía y quería trabajar. Continúa presentándose en escenarios nocturnos habaneros que habían sobrevivido tras la tormenta de 1968. En noviembre de 1972 vuelve al Capri, en un elenco formado por el grupo Tres más Uno, Los Enríquez, Vilma Valle, el Conjunto Casino y otros. Por esos años acudía también al antiguo club Johnny's Dream, ahora denominado Río Club, en Miramar, y que por aquellos años los propios músicos lo convirtieron en el lugar de los jazzistas y las descargas. En el Johnny's descargaba con Pucho López, Pablo Menéndez, Nicolás Reynoso, Emiliano Salvador y otros.

Canta también en el cabaret Caribe del Hotel Habana Libre. Vuelve al cabaret Capri con la orquesta de Leonardo Timor, quien se encarga especialmente de orquestarle las canciones popularizadas entonces por la italiana Mina. Pero no deja el jazz, solo que para trabajar en estos lugares tenía que alejarse un poco del repertorio anglosajón e interpretar canciones y temas de otros géneros y procedencias. Siempre incluía canciones como Te voy a dar, compuesta por ella y por Ricardo Mosquera, y otras de la llamada canción social.

También a veces se le podía ver en el cabaret Copa del hotel Riviera, en el concierto de la medianoche con acompañamiento de guitarra a cargo de Zenaida González, y de la orquesta de planta del cabaret. Canta en la inauguración de una exposición del escultor cinético de origen rumano Sandú Darié.

Sobreviene entonces el segundo cierre de los cabarets y se vuelve a quedar sin sitios donde trabajar, aunque no se aleja del teatro. Hace cuatro recitales en la sala Hubert de Blanck, en los que esencialmente cantó blues, jazz, y canciones filineras. Impacta con sus versiones muy personales e inolvidables de Cachita y Drume Negrita y aún se recuerda su The Man That Got Away, acompañada únicamente por Zenaida González, esta vez sin la guitarra, pero con una tumbadora, por decisión de la propia Maggie. Ahora las casas de Carlos Piñeiro, Felito Ayón y la suya propia serían los sitios de asidua concurrencia para descargar.

La creación por Bobby Carcassés en 1979 del Festival Jazz Plaza podía suponer para Maggie la acogida en un foro que debió serle natural. Sin embargo, no fue exactamente así. No hubo un espacio fácil allí para los cantantes de jazz, al menos en sus años iniciales. No es hasta 1988, explica Leonardo Acosta, que el Festival Jazz Plaza concedió un sitio amplio a algunos cantantes, que en las últimas décadas habían estado ausentes de los espacios dedicados a este género en los diferentes medios. Por los escenarios del evento pasaron Mayra Caridad Valdés y Bobby Carcassés, y también Maggie junto a otras cantantes, no esencialmente jazzistas, pero que de algún modo se acercaban al género, como Beatriz Márquez, Argelia Fragoso y los grupos Eco y Vocal Juventud.

Como excepción, en la década de los 80, indica Leonardo Acosta, Maggie subió al escenario en algunas ediciones del Festival de Jazz, haciéndose acompañar por el trío de jazz Fusión 3, formado por el pianista Freddy González, con Jesús Fernández en el bajo y René Lauzurique en la batería.

El programa de televisión Y algo más, dirigido por Pedraza Ginori, dedicó parte de su emisión del 15 de febrero de 1983 al jazz, presentando a Arturo Sandoval, Mayra Caridad Valdés, Maggie Prior y a Gilberto Torres y Los Bailadores de Jazz de Santa Amalia. Quizás sea ésta la última referencia sobre la presencia de Maggie en la televisión cubana.

Cansada de tantos molinos de viento, ya por los 80, Maggie rinde las armas del jazz, al menos, públicamente, y comienza a transitar un camino de renuncias y reveses por la llamada música popular. El declive y la marginación en escenarios y medios cubanos la obliga a derivar poco a poco hacia la balada y la canción, donde no brillaría como antes. Se integra a diversos espectáculos diseñados por Alexis Vázquez, su compañero en la vida por aquellos años, y se presenta en varios países de Europa del Este y Japón, sin mayor trascendencia ni mediática y artística. Ya nunca más fue la misma. Se apagaba su esplendor. Comenzaría una larga estela de conflictos familiares y la frustración la abatiría definitivamente. Se inicia así el conteo regresivo. Son los primeros pasos hacia la soledad y el olvido.

En 1988, cuenta su hijo Flavio, sufrió el primer accidente cerebrovascular: el reto de una secuela motriz que ella se empeñó decididamente en superar. Cuatro años después, sobrevendría el segundo y tras varios meses de lucha tenaz por su rehabilitación en el hospital Hermanos Ameijeiras, de La Habana, dicen que Maggie perdió junto a sus deseos de vivir, sus facultades esenciales. Su hijo asegura que moriría un día de 1992, olvidada y abandonada por todos, a la edad de 50 años.

Más allá de sus dotes y aptitudes como cantante, Maggie Prior fue absolutamente importante, porque desde su condición de mujer, supo resistir y defender el jazz, en circunstancias adversas y hasta hostiles. Es esta la razón de ir tras sus huellas e intentar encontrar algo más que ese recuerdo intangible y la constatación de cuán laboriosa ha sido la desidia.

La interactividad que reclamo para mi blog quizás permita que alguien aporte una imagen perdida, una foto gastada, o una pista, aunque sea mínima, para encontrar las cintas que atesoró su amiga entrañable Carmen Pous Pariña, ejecutiva de Cubana de Aviación ya fallecida, y cuyo destino es incierto. En esas cintas está el registro de aquellas canciones que Maggie pidió prestadas a Sara, a Ella, a Edith, a Myriam o a César Portillo, a Marta o a la otra Ela, para siempre.

Un día cualquiera del año 2006, Aurora Bernárdez, editora, traductora, viuda del escritor y poeta argentino Julio Cortázar, regresa al apartamento que compartieron en París. Hurgando en estantes y gavetas de una vieja cómoda, encuentra una gran cantidad de manuscritos, y entre ellos, un poema: Blues for Maggie. Estos textos y versos quedaron recogidos, tras un arduo trabajo de edición, en el volumen Papeles inesperados. Blues for Maggie forma parte de los once poemas inéditos del autor de Rayuela y por alguna razón fue elegido por Aurora Bernárdez y Carles Alvarez -estudioso de la obra de Cortázar- para ver la luz en esta publicación póstuma.

Cortázar y Maggie se conocieron e intimaron en La Habana, en los años tempranos de la década de los 60. Muy especial debió ser la relación que se estableció entre ellos, para que el escritor y poeta argentino escribiera este Blues for Maggie, muy presumiblemente, dedicado a ella, y escrito, al parecer, años después de sus recurrentes visitas habaneras, con el Malecón como referente idílico y el extraordinario tema Ya ves, de Pablo Milanés, cantado por Maggie Prior, en la memoria.

Rosa Marquetti
Publicado el 16 de junio de 2014 con el título Bewitched. Buscando a Maggie Prior, en el blog Desmemoriados. Historia de la música cubana.
Foto: Maggie Prior y Sergio Vitier en uno de los conciertos de la Canción Protesta organizados por la Casa de las Américas en 1967. Del archivo fotográfico de la Casa de las Américas.

1 comentario:

  1. Maravilloso recuento de mi amiga Maggie Prior, pero nunca se relata su fuerte y profunda relacion con José Hernández Artigas escritor cubano y guionista y padre de su hijo Flavio.

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